Tres consejos para estudiantes del Seminario

El fin del año siempre es bastante caótico, no solo porque se termina el año calendario, sino porque también es el cierre de muchas actividades. La escuela de los niños o los exámenes de la universidad, o fin de año en el trabajo. La iglesia también cuenta con sus propias actividades que deben planearse y gestionarse. A esto, se suma el último tirón de los estudios teológicos en el Seminario.

Con esta saturación de fin de año, es natural que durante el verano sintamos el deseo de desconectarnos de todo. Quisiéramos tirar los libros, o al menos guardarlos en un cajón. Con algunas actividades de nuestras vidas, es importante que aprendamos a desconectar y no caer en la ansiedad, “baste a cada día su propio mal” (Mt 6:34).

En cambio, hay otras actividades que no deberían ser una carga. Son las alegres responsabilidades que debemos cumplir, entendiendo que son verdaderos privilegios de parte de Dios, por ejemplo, el cuidado de la familia, la lectura bíblica y la oración diaria, o la comunión con los santos. Para estas actividades no existen vacaciones. El conocimiento de Dios y el cultivo de nuestra intimidad con él es algo que nunca abandonamos.

Esto no quiere decir que estamos obligados a cumplir con una disciplina de estudio durante el verano. “Todo tiene su tiempo y todo lo que se quiere debajo del sol tiene su hora” (Ecl 3:1). Quienes han entregado lo mejor de sí durante el ciclo de estudio, tienen ahora su merecido tiempo de descanso. Pero, como el conocimiento de Cristo es nuestra vida misma (cf. Jn 17:3, Fil 3:7-8, Col 2:2-3), aquí hay algunos consejos para esta temporada de descanso, a fin de refrescar lo aprendido y no tirar todo por la borda.

Estos consejos sirven para todo creyente, pero especialmente, si eres estudiante del seminario. Esto puedes hacer para refrescar los contenidos, mientras descansas del año lectivo.

1- Orar por lo que has aprendido

Nuestro corazón tiende a enfriarse. Gracias a la disciplina de las fechas de entrega, nuestro corazón se mantiene “caliente” durante el año. Pero llegan las vacaciones, y ese fuego se apaga. Somos hijos del rigor. Sin embargo, este puede ser un tiempo para saborear las verdades vistas en clase, algo que tal vez no podrías hacer durante el trajín de las entregas

Por eso es sano separar un tiempo de cada día y dedicarlo a la meditación y la oración. Allí podemos recordarle a nuestra propia alma lo que hemos aprendido acerca de Dios y sus verdades durante el año. Ya sea por la mañana (Sal 63:1), antes de dormir (Sal 63:6), o en cualquier momento del día, podemos dedicar tiempo a meditar en lo que hemos aprendido. No es que debamos hacer esto solo para ser “buenos estudiantes de teología”, sino porque nuestro corazón se satisface en el conocimiento de Dios. En nuestro tiempo de oración, podemos confesar junto con David: “mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela” (Sal 63:1).

Es posible que durante el verano exista más tiempo libre, incluso si aún no estás de vacaciones. El ritmo de la vida, en general, suele ser un poco más relajado durante estas fechas. Esto nos abre la chance de dedicarnos más a la oración. Si de descansar se trata, nada mejor que responder a Su llamado: “vengan a mí los que están trabajados y cargados, que Yo os haré descansar” (Mt. 11:28). Busca separar tiempo para meditar en los contenidos que aprendiste, y responde a estas verdades en oración con un corazón maravillado.

2- Practicar lo que has aprendido

No queremos ser oidores olvidadizos tampoco. De nada sirve aprender tanto, pero no aplicar nada, ya que la fe sin obras está muerta (Stgo 2:17). Debemos procurar llevar a la práctica aquello que vamos aprendiendo. Debemos evitar quedar encerrados en una prisión de libros, siendo estudiantes que se expresan muy bien, pero aplican muy poco. Jesús les reclamó este tipo de hipocresía a los fariseos: “dicen y no hacen” (Mt 23:3). Durante el ritmo frenético del año es difícil dedicar tiempo a reflexionar sobre cómo podemos practicar lo que aprendemos, pero el verano nos ofrece espacio para ser más intencionales y ejercitarnos.

Solo hace falta recordar algo de las clases o las lecturas que te hayan impactado, y pensar la manera de ponerlo en práctica. Ya sean aprendizajes sobre cómo realizar nuestro estudio bíblico (Hermenéutica o Introducción a la Biblia), o cómo aconsejar a otros (Consejería Bíblica). Tal vez algo que te haya impactado sobre Misiones o El ejemplo misionero de William Carey puede animarte a tomar un mayor compromiso en alcanzar a otros. O modificar los aspectos de nuestras vidas que no están en armonía con la enseñanza bíblica (Teología Sistemática o Cosmovisión Bíblica).

Conocer más de Dios y de su Palabra tiene efectos transformadores en nuestras vidas (Sal 19:7, 1 Pe 2:1-3). Tenemos la chance de poner en práctica los contenidos aprendidos, antes de que comiencen las actividades del año y seamos saturados con nuevos conocimientos y más información de las siguientes materias.

3- Compartir lo que has aprendido

De alguna manera, este sería el flujo “natural” de nuestros nuevos conocimientos: hacemos memoria y meditamos en ellos para volcarnos en oración, como una respuesta de adoración y un pedido de ser transformados. Luego, nos esforzamos por llevar a la práctica estas verdades aprendidas, de modo que nuestra vida esté en armonía con nuestras convicciones. Finalmente, podemos conversar y compartir con otros sobre lo que hemos aprendido a lo largo del año. No se puede profundizar en el conocimiento de Dios y quedarse callado (Sal 9:14, 22:22, 2 Cor 5:14).

Siempre hay una frase, un ejemplo o un concepto que ha quedado grabado en nosotros. Tanto es el impacto de esas nuevas verdades, que es imposible no compartirlo con alguien más, ya sea con nuestra familia, un grupo pequeño, un discipulado, o en una comida con amigos o hermanos. Este tiempo del año nos da oportunidades para compartir y conversar con otros, en un ambiente más relajado y descontracturado. Debemos recordar que el crecimiento en el conocimiento de Cristo sucede en un contexto de comunidad (Col 2:2).

¡Aprovecha bien el verano!

Seguramente existan otros consejos, incluso mejores, pero estas sencillas prácticas pueden ayudarnos a crecer en el conocimiento de Dios, sin sacrificar el descanso que él mismo desea para nosotros, ni desperdiciarlo.

Al final, la vida plena y el verdadero descanso están en él. Es necesario que sepamos administrar bien el tiempo, porque los días presentes son malos (Ef 5:16). Por eso, no desaproveches las oportunidades que esta temporada del año trae. También durante el verano, “crezcamos en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pe 3:18).

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