Nuestro artículo pretende puntualizar los elementos básicos de una cosmovisión bíblica para que cada cristiano pueda aplicarlos en su vida ¿Cuáles son esos elementos? Hay una porción de las Escrituras que nos ayudará a encontrar la respuesta. Fue escrita por el apóstol Pablo, dirigida a la iglesia de Corinto. Leámosla y utilicémosla como guía hasta el final del escrito:

“Pues aunque andamos en la carne, no luchamos según la carne; porque las armas de nuestra contienda no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas; destruyendo especulaciones y todo razonamiento altivo que se levanta contra el conocimiento de Dios, y poniendo todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo, y estando preparados para castigar toda desobediencia cuando vuestra obediencia sea completa.”

2 Corintios 10:3-6

Una visión realista del mundo: definiendo la cosmovisión bíblica

Lo primero que reconoce nuestro pasaje es que todos los seres humanos tienen una cosmovisión. Pablo habla de “razonamientos” (v 5) o “pensamientos humanos” (DHH). Los pensamientos de todas las personas, en todo el mundo, se pueden resumir en dos corrientes básicas: la humanista y la bíblica. Ambas maneras de entender la vida son tenaces, al punto que Pablo se refiere a ellas como “fortalezas” del razonamiento (v 4). Entonces estamos hablando de profundas convicciones que definen la existencia de cada ser humano.

¿Qué es una cosmovisión? Simplemente es una visión del mundo. Es la manera en que el ser humano entiende e interpreta todas las cosas que lo rodean. Se podría comprender como la raíz que nutre el pensamiento consciente del hombre. La concepción básica que tiene una persona —aún de manera inconsciente— de la vida en todos sus aspectos. Todas las personas tienen creencias correctas e incorrectas. Nuestra creencia nos lleva a vivir de cierto modo. Mencionemos tres ejemplos para aclarar esto. 

El primero es Sócrates (470 – 399 a. C). Él dijo: “Solo sé que no se nada”. Esto fue una cosmovisión que tuvo gran impacto en la filosofía del ser humano. Algunas personas creen que este filosofo griego era tan humilde que confesaba su ignorancia. Pero el caso es todo lo contrario. Sócrates parte de una base racional: “solo sé”. Y esta es su visión del mundo: saber sobre Dios, el hombre y la creación. La idea es partir del poco conocimiento que tiene de las cosas para edificar sobre ello. En otras palabras, la cosmovisión del ateniense se centraba en alcanzar la perfección del conocimiento.

El segundo ejemplo es el filósofo francés Descartes (1596 – 1650 d. C). Él fue quien dijo: “pienso, luego existo”. Esta frase es el lema del racionalismo. Esto es pura cosmovisión humanista. Notemos que todo parte del hombre: “pienso”. Es decir, primero el ego determina su propia existencia a través de la mente. “Luego existo”: esto sugiere que el hombre define las realidades que componen nuestro universo. Bajo esta cosmovisión el hombre gobierna todas las cosas que puedan ser dominadas por el pensamiento humano, sea Dios, el mundo, etc.

En tercer lugar podríamos citar la pregunta uno del Catecismo Mayor de Westminster (1648 d. C), que dice: “¿Cual es el fin principal y más alto del hombre? El fin principal y más alto del hombre es glorificar a Dios y gozar de Él para siempre”. Aquí tenemos la formula ideal, pues esto ya es una cosmovisión sostenida por un encabezado bíblico. La pregunta del Catecismo acepta que el hombre proviene de Alguien, busca un propósito en la vida y avanza hacia un más allá. También, acepta que el ser humano necesita sentirse seguro, amado y valorado. Pero la respuesta que nos ofrece es teocéntrica. Es como decir: “¡Dios es el propósito del hombre! Él es el Sumo Bien para Sus criaturas. Conocerlo, admirarlo, valorarlo, amarlo, disfrutarlo, obedecerlo y servirlo, este es el todo del hombre. Esta debe ser la cosmovisión que define tu vida, porque esta es la realidad que define el universo.”

Las Sagradas Escrituras: la base de la cosmovisión bíblica 

Vemos que el apóstol Pablo era consiente de que todo el mundo tiene una cosmovisión. Como dice el titulo de un libro de R. C. Sproul, “todo somos teólogos”. La diferencia entre una cosmovisión humanista y otra bíblica es la fuente que alimenta cada pensamiento. Pablo dice: “las armas de nuestra contienda… son poderosas en Dios” (v 4). ¿Cuáles eran las “armas” de Pablo? Él responde en otro lugar: “Tomad… la espada del Espíritu que es la palabra de Dios. Con toda oración y súplica orad en todo tiempo en el Espíritu.” (Ef. 6:17-18). Las Sagradas Escrituras enseñadas por el Espíritu Santo al corazón son la fuente que renueva la mente del cristiano y el arma que empuña contra las engañosas filosofías humanas.

Es cierto que la creación cuenta “la gloria de Dios” (Sal. 19:1-2), anunciando al hombre “Su eterno poder y deidad” (Ro. 1:19). Pero también es verdad que la creación no basta para guiarnos hacia la salvación. El Dios Invisible tuvo que revelarse a nosotros por medios de las páginas doradas del Libro inspirado por el Espíritu Santo (2 Pd. 1:21). Y es a través de la Biblia que los hombres tenemos un conocimiento verdadero de Dios (no exhaustivo). Las Escrituras son suficientes para llevar el alma hacia la salvación que se halla en Jesucristo, y por medio del evangelio construir una cosmovisión realista del mundo que nos rodea (Ro 12:1-2).

Por lo tanto, debemos siempre recurrir a la Palabra escrita como revelación final y suficiente de Dios para el hombre. Como regla de fe y conducta para la humanidad. Y partiendo de ella, tenemos que renovar nuestras mentes hacia una concepción bíblica de las cosas que nos rodean. El problema surge cuando el ser humano se atreve a pensar sin la Biblia. Necesitamos pensar a través de la Biblia. Las verdades contenidas en sus paginas deben definir, moldear y nutrir las concepciones más básicas del pensamiento. 

Nuestro lema es Sola Escritura. Parafraseando a Calvino, entendemos que la caída del hombre trajo miopía a su mente, y las Sagradas Escrituras vienen a ser los anteojos por medio de los cuales el nuevo hombre en Cristo interpreta el mundo.

Creación, Caída y Redención: el esquema de la cosmovisión bíblica 

Para Pablo, la necesidad de equiparse con una cosmovisión bíblica provenía del hecho de que en nuestra vida se libra una guerra espiritual: “pues aunque vivimos en el mundo, no libramos batallas como lo hace el mundo.” (v 3 NVI). Para comprender esto un poco mejor necesitamos remontanos al comienzo en la historia de la redención…

En el principio, Dios creó todo el universo de la nada, solo con el mandamiento de Su Palabra (Gn. 1). El buen mundo del Creador comenzó a existir, y en él colocó Su obra maestra para que lo gobierne: el ser humano. Adán y Eva eran personas creadas a la imagen de Dios con el encargo específico de ser un reflejo de Su naturaleza al mundo. Ellos tenían que ser virreyes en la creación de Dios (Gn. 2). Pero esta responsabilidad colocada sobre los hombros de Adán no duró mucho tiempo. En medio de las bendiciones del Edén entra en escena Satanás. Un ser maligno, el antagonista de Dios, el enemigo del Reino y perseguidor de las almas. Eva es engañada por la serpiente y transgrede el mandamiento divino, comiendo del árbol prohibido en el huerto, cayendo con ella Adán (Gn. 3). En este punto de la historia, el hombre cae en pecado y con él toda la raza humana se ve sumida en perdición. A partir de ahora, hay una enfermedad que infecta el corazón humano y destruye la buena creación de Dios. Entonces la narración bíblica se enfoca en el cumplimiento de una promesa hecha por Dios a nuestros primeros padres: la venida de la Simiente que destruiría las obras el diablo y revertiría la caída del hombre (Gn 3:16).

Los primeros tres capítulos de Génesis esbozan el molde básico de toda cosmovisión bíblica: el concepto de creación- caída- redención. Mientras vivía en su cuerpo de carne, el apóstol Pablo libraba una batalla real en Corinto, pero se trataba de una guerra de “argumentos” (v 4 NVI) o “pensamientos rebeldes” (NTV) que el hombre alineado después de la caída levantaba contra Dios. Esta es la misma guerra que Dios y Satanás libraron en el huerto por las almas de Adán y Eva. 

Aún el día de hoy el diablo enceguece la mente de las personas para que no vean la gloria de Cristo en el evangelio y sean salvas (2 Cor. 4: 4). La gran diferencia es que ahora la Simiente prometida a llegado, el Mesías esperado ha venido al mundo en la persona de Jesucristo. Su resurrección es la base para Su Señorío, y por lo tanto, Cristo es el Rey que debe gobernar la mente de cada ser humano. Ahora la Iglesia es colocada en la tierra para anunciar esta realidad al mundo, y los ministros del Nuevo Pacto deben derribar la cosmovisión de los incrédulos bajo el llamado del evangelio: “destruyendo… todo razonamiento altivo… y poniendo todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo.” (v 5).

Podemos ver que Pablo, y todos nosotros, estamos sumergidos en una guerra espiritual que comenzó en los días de Adán. Ignorar esto es pasar por alto un punto esencial para comprender nuestra discusión: que formamos parte de la metanarrativa divina. Nuestra historia encaja dentro de la historia de la redención. Nuestra lucha cobra sentido cuando la vemos definida por los primeros tres capítulos de las Sagradas Escrituras. Porque estamos en el universo de Dios. Porque el hombre está definido por su caída en el pecado. Porque el Rey a venido a rescatarnos, muriendo, resucitando y ascendiendo a la diestra de Dios. Porque “vivimos en el mundo” (v 3 NVI) pero somos ciudadanos del Reino, y libramos una batalla espiritual para Su gloria. Porque “las armas” (v 4) que utilizamos no son nucleares sino mentales. Porque los enemigos que enfrentamos son Satanás con sus huestes infernales, cuyas “fortalezas” (v 4) colocadas en la mente humana debemos derribar. Porque las armas “poderosas en Dios” (v 4) que disponemos son la Palabra y la oración en el poder del Espíritu Santo. Por todas estas razones, abrazar una cosmovisión bíblica es crucial para mantenernos vivos, combatiendo para rescatar las personas del engaño diabólico y la esclavitud del pecado.

Cristo es Señor: el fundamento de la cosmovisión bíblica

El apóstol dice a los corintios que su finalidad era llevar cautivo todo pensamiento humano “a la obediencia de Cristo” (v 5). Es decir que los ministros del Nuevo Pacto utilizan la Palabra de Dios, en el poder del Espíritu Santo, para derribar aquellas fortalezas satánicas instaladas en la mente del incrédulo con la intención de hacer resplandecer la gloria de Cristo en la luz del evangelio. Es por medio de la iluminación y enseñanza del Espíritu  Santo a la mente, que el evangelio somete y gobierna los pensamiento rebeldes a la obediencia a Cristo. Como dice otra traducción: “Con ese poder hacemos que los pecadores cambien su manera de pensar y obedezcan a Cristo.” (TLA).

En su comentario expositivo del Nuevo Testamento, el Dr. Trenchard dice sobre este pasaje: “Cristo, el Hombre perfecto, glorificado, es el Modelo o Norma para todo en la Iglesia de Dios; todo ha de configurarse según Él (Ef. 4:13; Col. 1:28-29). Por eso, los “pensamientos” —movimientos de la mente esclavizada— han de ser “cautivados” por Cristo, llevados al territorio de Él (así en el griego), lo cual significa una liberación verdadera para que pueda ser transformado en un movimiento distinto, el de “la mente de Cristo” (1 Cor. 2:16).”

La clave radica en entender e interpretar todas las cosas que nos rodean a la luz del señorío de Cristo. Esta es la confesión apostólica  básica que debemos abrazar para tener una cosmovisión bíblica y reformada. El fundamento de todo razonamiento debería ser: “pienso en Cristo como Señor, luego existo”. Es que el pensamiento humano no tiene que ser anulado o suprimido, sino redimido y reformado. Seguimos partiendo de un pensamiento, pero ahora renovado con una nueva primicia «Cristo es Señor».

Pablo dijo en otro lugar: “A Él nosotros proclamamos, amonestando a todos los hombres, y enseñando a todos los hombres con toda sabiduría, a fin de poder presentar a todo hombre perfecto en Cristo.” (Col. 1:28). “A Él proclamamos” es una frase paulina de enorme connotación teológica. La meta es llevar todo pensamiento cautivo a la obediencia de una Persona —no un credo, religión o filosofía—. Porque la persona y obra de Cristo definen las realidades del universo. Entonces, el fin principal del hombre es centrarse en Él, reflejar Su imagen y proclamar Su gloria en todas las cosas.

Cuando el evangelio renueve nuestra mente, permeando cada rincón de nuestras vidas, entonces estaremos rumbo a una cosmovisión bíblica. Este es un proceso paulatino, pero seguro de operarse en los hijos de Dios (Ro 12:1-2).

En conclusión, ¿cuáles son los elementos básicos que debemos abrazar para apropiarnos de una cosmovisión bíblica? A saber, una visión realista del mundo, basada en las Sagradas Escrituras, definida por el concepto de creación- caída- redención y centrada en el señorío de Cristo sobre todo el universo. Querido lector, tú ¿tienes una cosmovisión bíblica? ¿Tu vida está integrada por el evangelio de Jesucristo? 

Diego Louis está casado con Sofía y tiene dos hijos. Vive en Ezeiza, Buenos Aires, Argentina. Se congrega en la iglesia de la Unión de Centro Bíblicos de su ciudad.