En estos últimos años, la palabra “teología” ha comenzado a tener una connotación más amistosa que la que solía tener entre las comunidades evangélicas de América latina. ¡Debemos estar muy agradecidos a Dios por este cambio! Sin embargo, todavía hay quienes ven con sospecha el estudio de la teología, ya sea formal o informal; lo perciben como un acto de arrogancia.

Creo que esta percepción negativa puede llegar por dos vías. La primera es por ignorancia. Por ejemplo, es posible escuchar que un hermano le diga a un joven entusiasta “¿por qué estudiar teología? si lo único que tienes que hacer es leer la biblia”.

La segunda vía es la mala publicidad, debido a que hay creyentes que encuentran en los estudios teológicos un ídolo que les otorga identidad. Hay estudiantes que exhiben en todo tiempo un aire de superioridad impropio de un discípulo de Cristo. Testimonio sobrado de esto tenemos en las redes sociales y en púlpitos, con predicadores nuevos que exhiben más referencias a grandes hombres de la fe que a la propia palabra de Dios, buscando demostrar una supuesta superioridad intelectual.

Reconociendo nuestras limitaciones

El objetivo de este artículo no es puntualizar en la arrogancia que puede surgir alrededor del estudio teológico. Más bien, que podamos entender que la verdadera disciplina que estudia a Dios debe darse en un marco de humildad, entendida como la virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades. Conocer a Dios a través de Su palabra debería llevarnos a una contemplación profunda de su gloria, al mismo tiempo que al reconocimiento de nuestras limitaciones y debilidades. Como decía John Newton “la teología es un acto de adoración”.

El capítulo más largo de la Biblia tiene mucho para decirnos al respecto. El salmo 119:2 dice: “bienaventurados los que guardan sus testimonios, y con todo corazón le buscan”. Los siguientes versículos describen cómo somos guardados y guiados por Dios, a través del conocimiento de su palabra. Esto es un golpe mortal para nuestro orgullo.

En el pequeño libro de C.J Mahaney, Humildad: verdadera grandeza, aparece una frase de Martyn Lloyd-Jones que dice lo siguiente:

Hay solo una cosa que conozco que me derriba al suelo y me humilla hasta el polvo, y es mirar al hijo de Dios y en especial contemplar la cruz.(…) nada más puede hacerlo. Cuando veo eso, soy un pecador que nada sino el Hijo de Dios en la cruz puede salvarme, soy humillado hasta el polvo. Nada sino la cruz nos puede dar ese espíritu de humildad”.

Podemos estar seguros de que, si estudiamos con esta actitud, llegaremos a la misma conclusión que llegó este gran predicador de mediados del siglo pasado. Una teología con la cruz en el centro siempre nos guiará a la humildad.

El deseo de Pablo: el conocimiento de Cristo

En Filipenses 3:4-7, el apóstol Pablo dice lo siguiente:

“Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible. Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aún estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”.

Recordemos que la humildad es la virtud de reconocer nuestras limitaciones y debilidades. El apóstol Pablo, cuando hace esta lista de trofeos y logros terrenales, no solo pone arriba de la mesa su linaje, sino también su formación: “en cuanto a la ley, fariseo”. Sin embargo, él no confía en estos logros, aunque algunos de nosotros con mucho menos sí lo haríamos. Para Pablo, el conocimiento de Cristo es lo más importante porque, como lo establece unos versículos más adelante, su objetivo final es llegar a ser como su Señor.

Respondamos entonces, junto con Pablo, ¿por qué el estudio de teología debería ser entendido como un acto de humildad? Porque cuando más estudiamos, más entendemos que Cristo es el centro de la teología. Aunque nuestro currículum académico pueda ser grande (no creo que más que el de Pablo), o nos sintamos “orgullosos” de lo que sabemos, si somos sinceros y coherentes con nuestro estudio, este nos pondrá en el lugar correcto. 

La biblia que nos lleva a Cristo cerrará la puerta a la presunción, y nuestro estudio no será alimento para nuestro ego, sino que será un instrumento para la gloria de Dios. Cuando encontramos a Cristo en la Biblia, no hay lugar para el orgullo.

Consejos para los estudiantes

Quiero terminar con algunos consejos para estudiantes de teología:

– Hagamos que nuestro estudio sea un gran altar de adoración.

– Hagamos que nuestro estudio sea un gran altar de sacrificio; nuestro orgullo debe morir todos los días.

– Que la humildad sea la virtud que otras personas vean en nosotros para que, de esa manera, sean persuadidas al estudio teológico.

– Perseveremos en la oración. Encontraremos mayor provecho en la teología si la acompañamos en oración. Charles Spurgeon dijo que estas dos disciplinas juntas se convierten en contemplación de la gloria de Dios.

Podemos concluir diciendo que la verdadera teología, lejos de estar emparentada con el orgullo, es un acto de humildad. Estudiamos con pasión, y de todo corazón, porque nos reconocemos débiles e ignorantes ante el conocimiento de un Dios tan grande. Nos damos cuenta de aquella verdad dicha por Salomón, que “la humildad es la que precede a la honra” (Prov 33:15).

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