Los cristianos solemos desear cambios profundos e inmediatos. Nos gustaría que Dios nos transforme de un día para otro, de forma instantánea. Aunque Dios es todopoderoso para hacerlo, en la Biblia el cambio se presenta más bien como algo gradual, como un proceso llamado santificación progresiva. Este proceso es “una obra progresiva de Dios y del hombre que nos lleva a estar cada vez más libres del pecado y que seamos más semejantes a Cristo en nuestra vida real”.

Pablo dice que durante la vida cristiana “nosotros todos […] somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Co 3:18). Los creyentes somos hechos cada vez más y más como Cristo, a medida que avanzamos en la carrera cristiana. 

En este proceso bíblico es tentador buscar cambios “cosméticos”: modificar la conducta, lo externo, los frutos, sin llegar nunca a la raíz. A su vez, muchas perspectivas humanas para el cambio empiezan buscando la solución, o la causa del problema, fuera de la persona (en el ambiente, en su pasado o en los pecados que se han cometido contra ella, entre otras cosas). Estas perspectivas proponen un cambio de afuera hacia dentro: lo externo debe cambiar primero, para que luego la persona pueda cambiar.

Pero la Biblia afirma que el corazón del problema es el problema del corazón. El corazón, afectado por el pecado, es el lugar que debemos atender si realmente queremos que la persona cambie; es allí donde se produce una transformación real y duradera. Como dice Proverbios 4:23: “Sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque este determina el rumbo de tu vida” (NTV).

En su Palabra, el Señor nos ha mostrado su plan para nuestro cambio, que podría articularse en tres etapas: (1) despojarse, (2) renovarse y (3) vestirse.

Despojarse

“… en cuanto a la anterior manera de vivir, ustedes se despojen del viejo hombre, que se corrompe según los deseos engañosos…” (Ef. 4:22).

La manera de comenzar el cambio bíblico es dejar la vieja manera de vivir. Literalmente “quitarse”, como lo haríamos con la ropa sucia. En este versículo, lo que se quita y se deja a un lado es el antiguo yo, lo que éramos antes de que Cristo nos salve (Ef.). 

Este paso implica varias cosas:

1.    Identificar, a la luz de la Biblia, el pecado que debemos dejar (Sal 119:10-11).

2.    Reconocer nuestra responsabilidad por ese pecado y arrepentirnos (Stg 1:14; 1 Jn 1:9).

3.    Estar dispuestos a cambiar (Sal 119:30-32).

Estos pasos requieren honestidad, ser específicos y quizá medidas radicales como cortar el Internet, dejar de ir a ciertos lugares, eliminar el alcohol de nuestras vidas, etc. Empezar por el arrepentimiento es crucial.

Renovarse

“… y que sean renovados en el espíritu de su mente…” (Ef.).

Una persona que realmente cambia debe ser renovada en el espíritu de su mente. Esto significa comenzar a tener una nueva forma de pensar, tener un nuevo conocimiento.

La carta de Efesios resalta constantemente la importancia del crecimiento en conocimiento en la vida del cristiano. Pablo ora para que “los ojos de su corazón les sean iluminados, para que sepan…” lo que Dios ha hecho, lo que está haciendo, y lo que hará.

John Piper dice: “La renovación no es cambiar de la lista de acciones de la carne por la lista de acciones de la ley.” El cambio no está solamente en la conducta, “cuando Pablo reemplaza la lista —las obras— de la carne, no las cambia por las obras de la ley, sino por el fruto del Espíritu”. En otras palabras, debes desaprender lo que has aprendido en cuanto a Dios y tu pecado, y renovarte en tu entendimiento, de adentro hacia afuera.

Somos renovados a través del trabajo continuo que Dios realiza en nosotros, dependemos totalmente de la obra del Espíritu Santo en nuestra renovación, y nosotros cooperamos con eso. El verdadero cambio se produce cuando reemplazamos los estándares o pensamientos del mundo con los pensamientos de Dios, los cuales se revelan en Su Palabra. Una vida de cambio es una vida (mente) basada en la Palabra de Dios; la Biblia es el único medio a través del cual podemos renovar nuestras mentes y vivir en la voluntad del Señor (Ro 12:1-2).

Esto también implica que el cambio bíblico no puede solamente apuntar a las emociones o a la conducta externa; el cambio bíblico debe apuntar a la mente. Cuando el Espíritu trabaja en ella, las verdades reveladas en la Palabra son claras para la persona y el resultado incluirá un cambio de emociones y un cambio de voluntad. Es decir, será un cambio de verdad.

Vestirse

“… se vistan del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad” (Ef.).

Del mismo modo que Dios nos llama a despojarnos del viejo hombre, también nos llama a vestirnos del nuevo hombre, una nueva disposición justa que desea honrar a Dios y llegar a ser como Cristo. En este deseo de ser como Cristo es que debemos esforzarnos por reemplazar nuestros pensamientos, palabras y acciones pecaminosas por sus “opuestos piadosos”.

Pablo lo explica más adelante en el capítulo “Dejando a un lado la falsedad, hablen verdad cada cual con su prójimo” (v. 25); “El que roba, no robe más, sino más bien que trabaje” (v. 28); “No salga de la boca de ustedes ninguna palabra mala, sino solo la que sea buena para edificación” (v. 29). Todos los días debemos depender del Señor para poder vestirnos de este nuevo hombre creado a Su propia imagen.Si realmente eres hijo de Dios, el cambio siempre es posible para ti, hasta que llegues a ser como Jesús. No hay pecado, pasado, o genética que no pueda ser transformado por la obra del Espíritu Santo y su Palabra (Jn 17:17). Cambiar bíblicamente significa despojarse de la forma de vivir de este mundo, tener la mente renovada por la Palabra de Dios y vivir con propósito la nueva identidad en Cristo. Tenemos la promesa de que Dios, “el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús” (Fil 1:6).


1  Grudem, W. (2007) Teología Sistemática, p. 783. Editorial Vida. Miami, Florida.

2 Carson, D.A. y Moo, D. (2008) Una introducción al Nuevo Testamento, p. 423. CLIE. Barcelona, España.

 3 Piper, J. (2004) Qué es la mente renovada y cómo se obtiene. Recuperado en: www.desiringgod.com

Una versión de este artículo apareció primero en Coalición por el Evangelio.